sábado, 14 de mayo de 2011

- ¿Conoce usted, señora, con exactitud las razones por las que se encuentra aquí?
- Sí, doctor. Estoy legalmente secuestrada.
- ¿Por quién?
- Por mi marido.
- ¿Es cierto que intentó usted por tres veces envenenar a su esposo?
- Es falso.
- ¿No reconoció usted ante el juez haberlo intentado?
- Le informaron a usted muy mal, doctor. No estoy aquí por sentencia judicial. Fui acusada de esa necedad no ante un tribunal sino ante un médico incompetente. Jamás acepté ante el doctor Donadío haber hecho lo que no hice. Del mismo modo que nunca confesaré estar enferma, sino <<legalmente secuestrada>>.
- ¿Fue usted misma quién preparó los venenos?
- Es usted tenaz, doctor. De haberlo querido hacer, tampoco hubiera podido. Pues lo ignoro todo acerca de los venenos.
- ¡Realmente extraño en una licenciada en Químicas!
- Doctor. No sería imposible que durante mi estancia aquí tuvieran que operarme de los ovarios. ¿Sería usted mismo quien me interviniese?
- Imposible, señora. Yo no entiendo de eso.
- ¿No entiende usted? ¡Realmente extraño en un doctor en Medicina!
- Mi especialización médica es otra, señora mía.
- Señor mío: mi especialización química es otra también.
Rió la nueva reclusa sin extremarse y el doctor se vio forzado a imitarla, pues lo cierto es que lo había dejado sin habla. De tonta no tenía nada. Podría ser loca; pero estúpida no.

Reglones torcidos de Dios

- Tengo verdadera curiosidad -dijo el médico mirando al techo- de saber cómo se decidió a profesionalizarse en un campo tan poco usual en las mujeres.
- Muy sencillo, doctor. Yo soy muy británica. No tengo hijos. Odio el ocio. En Londres, las damas sin ocupación se dedican a escribir cartas a los periódicos acerca de las ceremonias mortuorias de los malayos o a recolectar fondos para dar escuelas a los patagones. Yo necesitaba ocuparme en algo más directo e inmediato; en algo que fuera útil a la sociedad que me rodeaba, y me dediqué a combatir una lacra: la enfermedad.
- Dígame, señora de Almenara, ¿trabaja usted en su casa o tiene despacho propio en otro lugar?
- Tengo oficina propia y estoy asociada con otros detectives diplomados que trabajan a mis órdenes.
- ¿Dónde está situada exactamente su oficina?
- Calle Caldanera, 8, duplicado; escalera B, piso sexto, apartamento 18. Madrid.
- ¿Conoce su marido el despacho donde usted trabaja?
- No.
- ¡Es asombroso!
Alice Gould le miró dulcemente a los ojos.
- ¿Puedo hacerle una pregunta, doctor?
- ¡Hágala!
- ¿Conoce su señora este despacho?
El médico se esforzó en no perder su compostura.
- Ciertamente, no.
- ¡Es asombroso! -concluyó Alice Gould, sin extremar demasiado su acento triunfal.